UN PRESIDENTE A SALVO DE LOS CIUDADANOS.

¿Cómo los ciudadanos cubanos pueden cambiar al presidente?, .

IDEOLOGÍA OCIOSA.

Y ahora cuál es el plan.

LA DERIVA FASCISTA DE LOS PAÍSES COMUNISTAS.

Cuando el comunismo incorpora una economía capitalista.

BLOGMAILING? ALTERNATIVA PARA BLOGUEROS CUBANOS SIN INTERNET.

Como navegar usando el correo como única opción.

EL DIPUTADO SE LLAMABA CUADRO.

La teatralidad de ser diputado en Cuba.

CUBA A MANO ALZADA: ESTO ES UN ATRACO.

En Cuba el voto a mano alzada o secreto, no es la cuestión: el predelito.

CUBA: MINORITY REPORT.

En Cuba se condena antes de delinquir: el predelito.

FUERA DE LA LEY.

Cuánto Estado hay fuera del Estado.

CUBA ANTE LA RSC: OTRO EMBARGO?.

Cuba ante el riesgo de una nueva ética empresarial.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

CUBA ANTE LA RESPONSABILIDAD SOCIAL CORPORATIVA: OTRO EMBARGO?


Existen muchas definiciones para lo que se conoce como Responsabilidad Social Corporativa (RSC), pero básicamente todas coinciden en referirse a la forma en que las empresas conducen sus negocios teniendo en cuenta el impacto que su actividad produce sobre los clientes, empleados, accionistas, comunidades, medioambiente y la sociedad en general; cumpliendo la legislación nacional e internacional, y cualquier otra iniciativa voluntaria que mejore esta relación empresarial con su entorno. La RSC es de carácter global afectando a todas las áreas de negocios, no es admisible asumir su cumplimiento parcial en algún eslabón de la cadena de valor o alguna de sus actividades derivadas. Está de moda su aplicación porque las empresas han comprendido que aporta un valor añadido a sus productos y servicios. Aunque su carácter sea voluntario, existen recomendaciones para aplicarla de un modo conveniente, orientaciones a nivel de países, organizaciones internacionales como la UE, ONU, y OCDE entre otros.

En el Pacto Mundial, que es la iniciativa de Naciones Unidas para la RSC, se recogen diez principios basados en el respeto a los derechos humanos (DDHH) y laborales entre otros. Los dos primeros son precisamente la promoción de los derechos humanos y la no complicidad en la vulneración de estos. Textualmente: Las empresas que operan fuera de sus países de origen pueden aprovechar su presencia en ellos para promover el respeto a los principios de derecho y exigir el cumplimiento de la ley en países en los que el apoyo y el respeto por los derechos humanos es insuficiente; o este  sobre la complicidad directa, tiene lugar cuando una empresa, a sabiendas, colabora con un estado en la vulneración de los derechos humanos. Principios similares relacionados con los derechos humanos se recogen en el Libro Verde de la Unión Europea o las directrices de la OCDE,  países como Noruega abogan directamente porque la responsabilidad empresarial sea obligatoria y no de carácter voluntario. Como colofón a esta tendencia de relacionar a las empresas con el respeto a los derechos humanos dentro del marco de la RSC apareció recientemente la norma ISO 26000 a la que se le augura un futuro prometedor como en su tiempo, no muy lejano, tuvieron la ISO 9000 y 14000 sobre gestión de la calidad y medio ambiente, ya que el empresario siempre apostará por incrementar el valor añadido de lo que produce.

Aunque el embargo estadounidense al gobierno cubano, también llamado bloqueo,  tenga su fundamento histórico en el contencioso de las indemnizaciones económicas no realizadas tras la confiscación revolucionaria, lo cierto es que eso ha pasado a un segundo plano en el diferendo para centrarse en la apertura democrática y el consecuente respeto a los derechos humanos, como condición sin la cual Estados Unidos no tiene previsto eliminarlo. Las sucesivas resoluciones de la ONU exhortando al fin del embargo están amparadas principalmente en el respeto a la soberanía y el derecho internacional, no sobre la ética del régimen en cuanto a derechos ciudadanos, porque de lo contrario estaría incurriendo en burda contradicción con todas las agencias de ese organismo que promueven tales derechos, incluido el citado Pacto Mundial sobre la RSC.

En cuanto al reclamo del gobierno cubano para que se ponga fin al embargo se sustenta en el impacto económico y humano que se supone tiene desarrollarse en una situación desventajosa dentro de la región, estrategia política a raíz de la desaparición del bloque comunista que le privó de todo patrocinio económico.  La oposición al régimen tanto dentro como fuera del país  que también se solidariza con la postura gubernamental en este asunto, añade que el embargo ha sido una herramienta ineficaz para conseguir la democratización cubana por lo que no tiene sentido mantenerlo. En la reivindicación, que demás está decir es perfectamente legítima ateniéndose al derecho internacional, se pretende disponer de un marco legal en igualdad de condiciones al resto de países, ser como otro  cualquiera: uno de esos que también viola los derechos humanos sin impedimentos en sus relaciones comerciales. Una licencia universal para ser villano, en principio, nada raro dada la cantidad de ellos que pululan por ahí.

Sin embargo no son los países quienes desarrollan el intercambio comercial sino las empresas que intercambian productos y servicios. Y si hasta ahora no parecían tener muchos remilgos éticos para comerciar con infractores en el ámbito de los derechos civiles y políticos, eso está cambiando, no porque se hayan convertido en paladines del humanismo sino por algo tan pragmático como aumentar el valor de sus mercaderías. Cuando las empresas rechacen tratar con los cubanos porque su actitud ante los derechos humanos es una rémora para certificarse en la Responsabilidad Social Corporativa, entonces el gobierno de Cuba se enfrentará a un embargo ético global   sin posibilidad de amparo en la ONU. Habrá que preguntarse a quién culparan en tal caso de los perjuicios económicos; y la oposición política que también media para que Cuba se desenvuelva sin contrariedades en las relaciones comerciales, ¿qué dirán?. Quizás   entonces los opositores cambien la ética sobre la que se construye un reclamo.

Enrique García Mieres.

viernes, 9 de diciembre de 2011

CUBA: PERCEPCIÓN DE LA CORRUPCIÓN

La organización Transparencia Internacional (TI) ha publicado recientemente su Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) en la que Cuba aparece en el puesto 61 con una puntuación de 4.2 sobre un máximo de 10. Aunque sea una nota de suspenso ya la quisieran para sí muchos países del entorno latinoamericano, una región especialmente corrupta, además supera a un país como Italia que aparece en el lugar 69. Entonces cabe preguntarse por qué el gobierno cubano no presume de datos, ni siquiera  una pequeña mención en sus medios informativos; que incluso le sería útil para validar las campañas anticorrupción que han emprendido en los últimos tiempos. Pero no, Cuba es diferente, admitir este índice donde el país no aparece como el campeón mundial de la honradez, y que la supuesta moral socialista es al menos tan corrupta como cualquier otra es algo que no se pueden permitir.
El IPC se elabora a partir de lo que perciben los expertos, una ponderación de las opiniones que proporcionan fuentes tan solventes como Freedom House, la Fundación Bertelsmann, Political Risk Services, entre otras; y no  a partir de datos empíricos como enjuiciamientos o investigaciones,  precisamente por su naturaleza ilegal y encubierta. Esta particularidad tampoco debe parecerle bien al gobierno cubano acostumbrado a ser la única fuente de información ante instituciones internacionales. Y para rematar, el estudio se centra en la corrupción del sector público, la modalidad en la que intervienen funcionarios, empleados públicos y políticos, lo que deja muy poco margen para buscarse un chivo expiatorio en el sector privado como agente corruptor, ya que este tiene una presencia casi testimonial en el conjunto de la sociedad cubana.

El responsable de TI para América, Alejandro Salas en una entrevista a la prensa colombiana trató de explicar la contradicción  de que Cuba siendo un régimen autoritario carente de transparencia institucional, independencia de poderes y acceso de la ciudadanía a la información- justo lo contrario a lo deseable para combatir la corrupción según las propias recomendaciones de TI- no sacase un resultado tan negativo, respondió que Cuba era la excepción que confirma la regla, y se quedó tan ancho. En el terreno de las conjeturas supuso que en esa mejora de percepción algo tendrían que ver las señales de apertura de Raúl Castro; claro que los últimos  años  también gobernaba él y las notas  entre 2006 y 2010 oscilaron según esta serie: 3.5; 4.2; 4.3; 4.4 y 3.7. La excepcionalidad cubana, que evidentemente la hay, probablemente esté relacionada con las preguntas que se le hacen a los expertos y no con la refutación poco seria de la paradoja. Preguntas abarcadoras para un estándar internacional pero que para Cuba no tienen mucho sentido. También influye el numero de fuentes, en el caso cubano se usaron cuatro (el mínimo necesario para incluir al país en el IPC es de tres) y en India once, por poner un ejemplo.

Evaluar aspectos como la financiación de partidos, declaración de bienes de los ciudadanos, acceso de los medios a la información, si son sancionados los políticos o empleados públicos corruptos, rendición de cuentas sobre el uso de fondos públicos, transparencia de los presupuestos del Estado, auditorias independientes, no se pueden correlacionar con el sistema político vigente en Cuba, donde sencillamente no están presentes tales supuestos. Así las cosas es probable que estos expertos hayan marcado más la opción de “no sabe, no contesta” antes que medir la calidad de algo inexistente. En el caso cubano donde hay un solo partido, no se discuten los presupuestos del Estado, los diputados del parlamento tienen un papel decorativo, los medios informativos son parte del gobierno, y ni siquiera se reconocen los impuestos como fuente de financiación pública porque la gratuidad de los servicios es un supuesto regalo del gobierno y no el dinero de todos, habría que inventarse un índice nuevo donde los expertos en países comunistas respondan a otras preguntas diferentes del patrón mundial, eso sí, serían unos expertos muy exóticos.

Transparencia Internacional realiza otro estudio donde se les pregunta directamente a los ciudadanos por la corrupción en su país, se publica como Barómetro Global de la Corrupción (BGC), pero Cuba no esta incluida en las encuestas. Para hacerse una idea de cómo cambia la percepción entre expertos y ciudadanos, tenemos el ejemplo de Chile con un IPC de 7.2 y un envidiable puesto en el lugar 22, superior a Francia (IPC 7.0), donde un 22% de sus ciudadanos reconocen haber pagado sobornos durante el último año mientras sólo lo hacen un 7% de franceses. Dada la singularidad cubana, para tener una percepción real sobre la corrupción además de preguntas “elevadas” a los ciudadanos sobre la calidad de las instituciones habría que introducir algunas más prosaicas sobre el absurdo cotidiano, algo así como si  en el último mes usted o algún conocido desvió o disfrutó de bienes y servicios del sector público para subsistir.

Este tipo de análisis de organizaciones internacionales, al margen de la interpretación que haga el gobierno cubano, en muchas ocasiones le benefician en la medida en que estandariza al régimen, confundiendo lo verosímil con lo verídico, pensar en que el país podrá ser más o menos corrupto  crea la ilusión de que también dispone de  la mayoría de  instituciones democráticas, formales o efectivas, cuya calidad se está evaluando.
Enrique García Mieres.

viernes, 25 de noviembre de 2011

LA NORMALIDAD DE LA CALLE.


El expresidente español Adolfo Suárez, en plena  transición de la dictadura franquista hacia la democracia, en defensa de la Ley de Asociaciones Políticas afirmó que era el momento de “elevar a la categoría política de normal, lo que a nivel de calle es simplemente normal”. Establecer cualquier paralelismo entre aquella  España y la Cuba actual sería un ejercicio de funambulismo condenado al fracaso, uno se desarrollaba a un ritmo vertiginoso con el consecuente bienestar social y el despertar político de un pujante movimiento contestatario; mientras la isla continua su particular vía crucis económico desde hace más de dos décadas con la precariedad social que de ello se deriva, y lo contestatario no por novedoso pasa de ser anecdótico. Sin embargo la frase de Suárez sintetiza muy bien todas las demandas del pueblo cubano al régimen: normalizar lo que ya es normal. Queda por descontado que explicar a estas alturas el por qué la Revolución Cubana y el sistema de gobierno que impera bajo esa marca corporativa no es una democracia resultaría tedioso, cansino, y una perogrullada; también lo sería enumerar todas las carencias políticas y económicas que padece la sociedad isleña.

¿Y cuál sería esa normalidad de la calle que en Cuba no llega a normalizarse? La peor noticia que podría recibir el gobierno cubano, que la sociedad cubana ya pasó página de la ideología revolucionario-comunista como aglutinante colectivo, como fundamento teórico de una sociedad futura, y también coartada de la falta de libertades económicas y personales. La gente ya vive de espaldas por completo al sistema y se busca la vida por su cuenta, al margen de los salarios y subsidios estatales. Las leyes, anticuadas y restrictivas, no son un impedimento para que se haga todo lo que exigen los rigores cotidianos de la existencia: compraventa de bienes y servicios, actividad económica privada, y demás. El gobierno está muy enterado de estas cuestiones y del papel marginal que el Estado ocupa para la subsistencia de los cubanos, por eso se permite  el despido de cientos de miles de trabajadores o adelgaza las subvenciones hasta un nivel testimonial, sin temer a un estallido social.

No hay indicios aparentes de que este vivir de espaldas al sistema en lo económico tenga su equivalente político, pero eso no significa que sea diferente. Sin  mecanismos democráticos de prospección social como la prensa libre, sondeos demoscópicos o elecciones,  donde los ciudadanos puedan sancionar promesas incumplidas o validar programas convenientes – en Cuba, además de estar prohibido el pluripartidismo tampoco los candidatos en las circunscripciones pueden hacer campaña ni presentar un programa de gobierno – no queda constancia de demandas políticas frustradas. Es el modelo de Estado basado en el rito: presencia en manifestaciones populares, alistamiento en organizaciones de masas, y comparecencia en la pantomima electoral. Cumplir con el rito es suficiente para que la vida no se convierta en pesadilla y el gobierno se regocije con un infundado apoyo popular. La simpatía se puede simular pero el hambre no, y esa es la única disparidad entre la indiferencia política y económica hacia el régimen.

Como la maraña del sistema no permite medir la demanda de cambios que más se ajuste a esa normalidad de la calle, quizás sea el momento de evaluar la resistencia  que la sociedad opondría  a los mismos.  ¿Cuánta resistencia habría mostrado el pueblo cubano a una liberalización más amplia de la economía en vez de las tímidas reformas que recientemente aprobó el partido de gobierno? posiblemente ninguna, a la vista de que se normalizó solo una fracción de normalidad; y cuanta resistencia habría a una prensa y justicia independientes, o a que el Partido Comunista delegue todo su poder a un parlamento elegido libremente. Es una incógnita, pero se sabe que el gobierno no pretende averiguarlo del mismo modo que por sistema  inhabilita y neutraliza  la disconformidad de la gente. El cantautor Lluis Llach decía que la transición española fue posible porque antes ya había ocurrido en la sociedad.  En Cuba ya está pasando pero los gobernantes prefieren hacerse los distraídos y centrarse en el rito.

Enrique García Mieres.

lunes, 7 de noviembre de 2011

MARX EL ESPECULADOR DE BOLSA.

Cuando Karl Marx le decía a su yerno santiaguero Paul Lafargue: “lo cierto es que yo no soy marxista”, se estaba refiriendo a que no se reconocía entre las ideologías marxistas que ya se desarrollaban entonces bajo la inspiración de su obra; y eso que no llegó a conocer el leninismo, estalinismo, maoísmo ni  el marxismo-leninismo tropical cubano. Demás está decir que es poco seria esa tendencia superficial de usar la cita como una confesión de parte sobre la inutilidad de sus teorías. Pero si en lugar de hallarnos ante un reproche a los que distorsionaron su obra o se avalaron en ella para crear sus propios fundamentalismos ideológicos, estuviésemos ante  el anhelo de un hombre por sentirse libre del escrutinio de sus actos, un desliz verbal del subconsciente, alguien que se sabe carente de la castidad, que se le supone a todo padre fundador.

Es obvio que él no podía intuir lo que sus partidarios del futuro considerarían  políticamente correcto según sus cánones ideológicos. Su repudio a Bolívar a quien consideraba como el canalla más cobarde, brutal y miserable, Bolívar es el verdadero Soulouque (cruel emperadorzuelo haitiano); o su grotesco antisemitismo cuando decía “el fundamento secular del judaísmo es la necesidad práctica, el interés egoísta. El culto practicado por el judío es la usura y su Dios, el dinero”. Tal vez estos pensamientos pueden considerarse peccata minuta en la medida que no entran, necesariamente, en contradicción con el cuerpo doctrinal de su obra anticapitalista; sin embargo no se podría decir lo mismo si se airease, por ejemplo, su afición a algo tan esencialmente capitalista como la bolsa de valores, tal y como reflejan algunos fragmentos de su abundante correspondencia.

En carta del 4 de Junio de 1862 a su amigo y mecenas Engels  contaba con evidente entusiasmo: “"He tenido un gran éxito en la bolsa. Ha llegado de nuevo el momento en que con inteligencia y pocos medios se puede ganar dinero en Londres", y unas semanas después, concretamente el día 25, a su tío Lion Philips “he estado especulando, parte en fondos americanos, pero más especialmente en acciones inglesas, que están surgiendo como setas este año (cumpliendo todo lo imaginable e inimaginable de la empresa bursátil) suben hasta un nivel poco razonable y luego, en su mayor parte, colapsan. De este modo he hecho más de 400 libras, ahora que la complejidad de la situación política invita a un mayor desafío, empezaré de nuevo. Es un tipo de operación que requiere tiempo y merece la pena asumir ciertos riesgos para aliviar al enemigo de su dinero”. Estas letras revelan algo más allá de la inversión ortodoxa en acciones empresariales como forma de rentabilizar los ahorros (sin olvidar que eso también es capitalismo), la confianza en que  aumentaran su valor con el tiempo; en este caso Marx está acudiendo a lo que en jerga bursátil llaman ponerse corto, que no se refiere al corto plazo sino a que las acciones van a caer; con razón habla de haber estado especulando y no invirtiendo. Así la ética marxiana en el mercado de valores estaría más próxima a la de un trader, un tiburón de las finanzas, que a la de un ahorrador, y muy, pero que muy lejos del obrero, el proletario objeto  y sujeto de sus teorías. Pero supongo que esto no le ocasionaría problemas de conciencia porque a fin de cuentas el lo dejo bien claro “yo no soy marxista”.

Enrique García Mieres.

domingo, 30 de octubre de 2011

Imaginario progresista en la Revolución.


La Revolución Cubana, que no es más que la  marca corporativa del sistema comunista instalado en la isla, vive una campaña de imagen y marketing permanente, de modo que siempre sea asociada con las intenciones progresistas universales que le dieron origen y no con el  régimen despótico “socialismo real” en que devino, de nefastos recuerdos y peor prensa. En este sentido los expertos en relaciones públicas del gobierno no pierden ocasión de abrasar todas las causas nobles del planeta desde el reciente ecologismo militante hasta las eternas reivindicaciones campesinas, obreras, de género, raza y derechos civiles; eso sí siempre demandas  foráneas porque los cubanos tienen colmadas todas sus aspiraciones desde que nacen por decreto en la Arcadia prometida. Si cualquiera de estos colectivos decidiese visitar el país cuya bandera-marca ondean como parte de la puesta en escena de sus reivindicaciones se llevarían la mayor decepción de sus vidas.

Los campesinos sin tierra que busquen inspiración en la Reforma Agraria cubana encontraran que en lugar de grandes latifundios privados existe uno solo aún mayor, donde el 87% de la tierra es propiedad del Estado y no de quien la trabaja. Los obreros, que exigen tanto derechos laborales dignos como los mecanismos permanentes para reclamarlos (sindicatos, huelgas, etc.) verían como sus compañeros de la isla ni siguieran pueden organizarse al margen del único sindicato posible que es juez y parte en los conflictos laborales, un instrumento más del Estado, el empleador absoluto. En el asunto de los derechos civiles los activistas quedarían pasmados ante una carencia básica: el individuo no se puede emancipar del Estado ni tiene protección frente al mismo.

Valedor de procesos sociales y políticos ajenos y distantes,  el régimen cubano a través de su marca Revolución da palmadas cuando en un país ganan las elecciones  partidos   progresistas, se entusiasma con transformaciones sociales legitimadas en las urnas o con consultas populares; en los medios de comunicación hace pedagogía política de grandes metas e ideales cuando el mundo es testigo de manifestaciones ciudadanas  en pos de un mundo más justo. Es una estrategia de marca que la desvincula de su propia realidad tan distinta a esos valores y métodos democráticos; pero funciona y no solo en el extranjero sino que llega a convertirse en el discurso progresista de muchos cubanos que no aceptan que su propia utopía haya naufragado en la orilla.

Enrique García Mieres.

jueves, 27 de octubre de 2011

Etiquetas en la maleta.


¡Me voy de mi tiera amada
con lágrimas en las mejillas
de equipaje las cuchillas
y esta angustia deshojada!
D. Romero.
De siempre ha existido la tentación y práctica de nombrar los mismos hechos con palabras diferentes según el interés político de las partes. Cuba no iba a ser una excepción ni el tema de la emigración nacional tampoco, así vemos una disputa entre el gobierno cubano y sus oponentes por ver quien lleva razón al adjetivar a los que dejan el país: emigrantes económicos o políticos. La respuesta que pueda dar un individuo, sus motivos personales para emigrar, parece no ser relevante o al menos útil para aclarar este entuerto porque conocer la verdad es lo de menos cuando se quiere llevar razón, incluso no faltarán quienes acusen al individuo de no saber sus motivos particulares, como si la “verdadera” causa fuese una prenda que sin querer se le coló en el equipaje.

El gobierno niega que pueda existir algún tipo de motivación política para abandonar el país como si en la Cuba socialista no se persiguiese policial, judicial o administrativamente a los no revolucionarios. La categoría de preso político fue sustituida por la de preso contrarrevolucionario, calificativo que fue creciendo en la misma medida que el sistema se hacía más totalitario abarcando no solo lo puramente político sino también las transgresiones a la nueva moral dominante. Una persecución bien disfrazada con figuras legales más prosaicas como mercenario, peligrosidad, antisocial, desacato, etc. Como buen prestigitador el gobierno se sacó de la manga las teorías del jurista Jiménez de Azúa según las cuales el delito político necesariamente tenía que ser progresista, el que trataba de cambiar la sociedad para mejorarla, en tanto que el sistema comunista se considera así mismo el paradigma del progreso es imposible darle ese beneficio nominal a posiciones antagónicas.

En el bando contrario a la Revolución desde políticos, intelectuales y gente corriente se lanzan diferentes conjeturas para demostrar que los emigrantes cubanos lo son por causas políticas, teorías cándidas como la que relaciona siempre la economía con la política del poder: una verdad de Perogrullo pero que no es suficiente para catalogar a todos los emigrantes económicos del planeta como refugiados políticos. Algunos apelan al uso de alegorías como que los emigrantes ejercen su voto contra el gobierno usando los pies, siguiendo con esta figura literaria también cabría pensar que se abstienen y la política se las trae sin cuidado; o que implícitamente el acto de emigrar prestigia al cubano que sale frente al que se queda que no se ha manifestado al respecto por no haberse largado.

Además de estas razones que recurren a los motivos de la partida hay otras que hacen hincapié en las consecuencias que acarrea emigrar. De todos es sabida la telaraña legal que atrapa al emigrante cubano: los permisos de salida que obligan a un viaje sin retorno, las confiscaciones, la casi imposibilidad de regresar con residencia permanente o las limitaciones a la estancia temporal en el propio país. Ese hostigamiento por parte del gobierno y su orden jurídico entorno al acto de emigrar tanto en su grado de tentativa como en la conclusión animan a esta suposición sobre el carácter político de la emigración.

Pensar que por algún tipo de encantamiento el cambio de lugar de residencia lleva también implícita una categoría especial en las vicisitudes políticas del cubano y sus relaciones con el poder es hacerse trampa a uno mismo, cuando se emigra eres lo que ya eras anteriormente, un cubano a merced de un sistema o gobierno – que no es lo mismo, pero en este caso igual porque siempre han gobernado los mismos – totalitario, con una sombra muy alargada mas allá de cualquier geografía: se perciba como hostil o no.

Enrique Garcia Mieres.

martes, 25 de octubre de 2011

Ágora

En el mes de Agosto de 1991, el entonces presidente de la Asamblea Nacional, Juan Escalona declaró en conferencia de prensa que Cuba podría estar preparada para abrirse al multipartidismo si Estados Unidos ponía fin a su hostilidad hacia la isla; y añadió que no hay una razón filosófica que impida la coexistencia del socialismo y un sistema multipartidista. En cualquier caso, ese asunto no estaría en la agenda del Cuarto Congreso del Partido que se celebraría a finales de aquel año. Han pasado cuatro lustros hasta el congreso que finalizó recientemente y ese asunto sigue sin estar en la agenda política.

Es de aborrecer que la pluralidad partidista se convierta en rehén de lo que el gobierno considera estratégico en los contenciosos que mantiene en política exterior, pero no creo que ese sea el meollo de la democracia en Cuba.
Del mismo modo que los procesos electorales cubanos sólo son un ejercicio de participación no de elección entre diferentes programas o propuestas, la presencia de varios partidos seria estéril porque ambas expresiones democráticas: elecciones y multipartidismo; están condenadas al fracaso por la ausencia de un parlamento operativo. La Asamblea Nacional de Cuba sòlo se reúne en dos plenos cada año para hacer de comparsa al Poder Ejecutivo, y no para controlar la labor de este mediante las interpelaciones de los diputados, carecer de peso en la función presupuestaria, enmendar o vetar leyes, etc.
Es un despropósito que un sistema de gobierno, que se llame así mismo democrático, defina las políticas de interés general en el congreso del Partido Comunista, haciendo patente la inutilidad de la Asamblea.
Exigir una política realmente parlamentaria debería ser el caballo de batalla de todos los cubanos que no se sientan a gusto con el status quo vigente, independientemente de sus filias y fobias ideológicas, porque es en el Parlamento de todos, no en el de los militantes, donde puede influir en su futuro como persona: en cuánto se va a gastar en educación, salud, alcantarillas y demás, proponer leyes que se adecuen a sus intereses económicos o libertades políticas. Es en el ejercicio de esa democracia parlamentaria donde se verá la necesidad de los partidos u otras formas de organización como un medio para canalizar intereses comunes. La presencia de varios partidos en un parlamento disfuncional es más de lo mismo, y podría convertirse en una coartada eficaz para aplazar la verdadera democracia.

Enrique Garcia Mieres.


jueves, 20 de octubre de 2011

Un gasto social Pinocho

 Los números:
El gasto social en América Latina ha experimentado un aumento significativo en los últimos tiempos pasando de un 12% del PIB en el periodo 1990-1991 al 18% en 2007-2008; y si lo comparamos con el gasto público total, la parte correspondiente al gasto social ha aumentado de un 45% al 65%. Hay enormes diferencias entre unos países y otros, algunos como Bolivia, Ecuador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Paraguay no sobrepasan los 200 dólares per cápita y otros como Argentina, Brasil, Cuba y Uruguay superan los 1000 dólares. Como es de suponer, cuando se trata de variables sociales, Cuba es el campeón del gasto social superando los 1500 $ y el 40% del PIB dedicado a ese fin (datos del 2008), solo Argentina y Uruguay tienen un gasto monetario mayor pero no le superan en relación con el PIB (25%). Ante estas estadísticas tan abrumadoras surge la pregunta de cómo lo hacen. ¿Son reales esos números o estamos ante otra interpretación particular, a la cubana, de las reglas del juego mundialmente aceptadas, tal y como ocurre en otros ámbitos?
Por supuesto que estos datos, recogidos por la CEPAL y cuya única fuente es el propio gobierno cubano, están calculados sobre la base de la paridad oficial de un peso por dólar que es el criterio utilizado para calcular todos los indicadores económicos. La razón de por qué es así, y lo que es aún más sorprendente el por qué organismos internacionales lo dan por bueno, es un misterio; porque de más está decir que la realidad es muy diferente.
Si intentamos un tímido ejercicio de corrección podemos ilustrar como esos indicadores no tienen ningún valor real. El gasto social comprende sectores como educación, salud, seguridad social, cultura, deportes y la canasta básica de alimentación. Conociendo que en educación y salud hay cerca de 1.3 millones de empleados y que el salario medio ronda los 400 pesos, también que hay 1.6 millones de pensionistas con una pensión media de 220 pesos; resulta un gasto por estos conceptos de mas de 10 mil millones de pesos, es decir 950 pesos per cápita. Esta cifra ya supone un 60% de ese gasto social que tan orgullosamente pasea el gobierno cubano en las instituciones latinoamericanas. Con algo de paciencia se podrían buscar los asalariados que hay en los otros sectores incluidos en el gasto social, pero con este ejercicio es suficiente para hacernos una idea de lo falseadas que están estas estadísticas, porque esos 950 pesos (convertidos por arte de magia en 950 dólares) son en realidad 40 dólares contante y sonante (aplicando el cambio oficial de 24 pesos por dólar).
Después de este ejercicio y demostrar que el 60% del gasto social real es de 40 dólares me temo que el total no superara las cifras de los que menos invierten, es decir que Cuba pertenecería al grupo de países que no alcanzan los 200 dólares. Aun podríamos afinar un poco más la aproximación conociendo que el gobierno invierte cerca de 1000 millones de dólares (estos sí con divisas de verdad) en subvencionar la canasta básica de alimentos lo que supone incrementar en 90 dólares por habitante el gasto social. Menos mal que aun no han caído en la tentación de convertir esos dólares de verdad en dólares de mentiritas pasándolos primero a pesos y luego a divisas uno por uno, porque de lo contrario el gasto social llegaría a los 4 mil.
Si a otros países se les permitiera una paridad oficial similar entre sus monedas locales y el dólar tendrían unos datos de gasto social igual de maquillados para sacarlos a pasear por el mundo.

El truco social:
Es obvio que un gasto social real tan escaso no explica el hecho de que Cuba goce de un sistema de prestaciones sociales mucho más completo que el de los países vecinos, entonces cómo aclarar este embrollo. Quizás comenzando por plantear si en realidad estamos solamente frente a un gran gasto social y un Estado benevolente o ante un orden social diferente forzado por el propio Estado. Si un médico atiende por casi nada (20$) a los hijos de un profesor que cobra casi nada (15$) por enseñar a los nietos de un jubilado que cobra una pensión de 9$; y todos tienen al Estado como único pagador, más que un gran gasto social nos encontraríamos con una gran retención impositiva (esto seria con los parámetros normales de una sociedad de mercado) o algo aun más exótico, y me temo que bastante ajustado a la realidad, como una sociedad de trueque de servicios donde todos trabajan por salarios simbólicos, y los empleos son casi una terapia ocupacional más que un modo de vida.
¿Será este el aporte cubano al mundo, su modelo de Estado del Bienestar? ¿Logrará Cuba, con sus buenas artes diplomáticas, convencer al resto de países pobres que el indicador del gasto social no es significativo, y debería sustituirse por el de trueque social obligatorio? Es posible, todo dependerá de lo apocalíptico que sea el cambio climático.

Enrique García Mieres.

Otras Historias de Cuba

Otras Historias de Cuba
Dilvulgar esas historias sobre Cuba y los cubanos poco tratadas por la historiografía cubana. Enrique García Mieres.
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