domingo, 30 de octubre de 2011

Imaginario progresista en la Revolución.


La Revolución Cubana, que no es más que la  marca corporativa del sistema comunista instalado en la isla, vive una campaña de imagen y marketing permanente, de modo que siempre sea asociada con las intenciones progresistas universales que le dieron origen y no con el  régimen despótico “socialismo real” en que devino, de nefastos recuerdos y peor prensa. En este sentido los expertos en relaciones públicas del gobierno no pierden ocasión de abrasar todas las causas nobles del planeta desde el reciente ecologismo militante hasta las eternas reivindicaciones campesinas, obreras, de género, raza y derechos civiles; eso sí siempre demandas  foráneas porque los cubanos tienen colmadas todas sus aspiraciones desde que nacen por decreto en la Arcadia prometida. Si cualquiera de estos colectivos decidiese visitar el país cuya bandera-marca ondean como parte de la puesta en escena de sus reivindicaciones se llevarían la mayor decepción de sus vidas.

Los campesinos sin tierra que busquen inspiración en la Reforma Agraria cubana encontraran que en lugar de grandes latifundios privados existe uno solo aún mayor, donde el 87% de la tierra es propiedad del Estado y no de quien la trabaja. Los obreros, que exigen tanto derechos laborales dignos como los mecanismos permanentes para reclamarlos (sindicatos, huelgas, etc.) verían como sus compañeros de la isla ni siguieran pueden organizarse al margen del único sindicato posible que es juez y parte en los conflictos laborales, un instrumento más del Estado, el empleador absoluto. En el asunto de los derechos civiles los activistas quedarían pasmados ante una carencia básica: el individuo no se puede emancipar del Estado ni tiene protección frente al mismo.

Valedor de procesos sociales y políticos ajenos y distantes,  el régimen cubano a través de su marca Revolución da palmadas cuando en un país ganan las elecciones  partidos   progresistas, se entusiasma con transformaciones sociales legitimadas en las urnas o con consultas populares; en los medios de comunicación hace pedagogía política de grandes metas e ideales cuando el mundo es testigo de manifestaciones ciudadanas  en pos de un mundo más justo. Es una estrategia de marca que la desvincula de su propia realidad tan distinta a esos valores y métodos democráticos; pero funciona y no solo en el extranjero sino que llega a convertirse en el discurso progresista de muchos cubanos que no aceptan que su propia utopía haya naufragado en la orilla.

Enrique García Mieres.

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